lunes, 12 de febrero de 2018

Habitación 105

Un mensaje a las tres de la mañana,
una puerta al final de una escalera,
varias velas, dos quintos y en la cama,
el cuerpo de una dama,
que nunca fue cualquiera.

Vendí mi corazón a Satanás,
a cambio de yacer con una bruja,
y tú con una aguja y un dedal,
pretendes tricotar,
la red de mi burbuja.

Perdido en el mandala de tu espalda,
me quito camiseta y pantalón,
el último botón de tu pijama,
resuelve el crucigrama,
que anula mi razón.

Poniendo tus caderas sobre mí,
te aferras a mi cuello con los dientes,
desnudos frente a frente me subí,
a un tren que iba a partir,
con rumbo hacia tu vientre.

Inmerso en lo más hondo de tu ser,
me enseñas a bailar con tus gemidos,
mezclados con los míos, y en mi piel,
tus uñas el pincel,
que traza lo prohibido.

Dos sombras enterrando sus pudores,
corcheas de una obscena partitura,
la duda que albergaban mis temores,
impulsa los temblores,
que agitan tu cintura.

Velando tu descanso mientras duermes,
podría estar así toda una vida,
mi espíritu suicida siempre vuelve,
al cuarto donde un viernes,
fingiste que eras mía.

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